Juana Moro, emparedada

Juana Moro, emparedada

Espectáculo en producción a estrenarse en 2008.

Auspiciado por el Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires

Elenco

Ana Padilla como Juana Moro

Mónica Buscaglia como Loreto Sánchez de Peón

Libro: Pedro Lahuella

Dirección: Rodrigo Peiretti

Espectáculo teatral basado en hechos de la vida de Dona Juana Moro Díaz de López (1785-1886) quien fuese una de las integrantes de la red de espías para el General Güemes, denominada como “las Mujeres de la Independencia”. Juana Moro, más conocida como “la emparedada” era una sagaz espía que fue condenada a morir tapiada en su casa en algún momento del año 1814 cuando Joaquín de la Pezuela invadió Salta.

Nació el 26 de mayo de 1785, hija del escribano, militar y funcionario español, don Juan Antonio Moro Díaz y de doña Faustina Rosa de Aguirre Pondal, distinguida dama de la época. Juana era una atractiva joven de fuerte personalidad que aprovechó sus encantos para socavar información entre los oficiales realistas y se vio en vuelta en incontables aventuras, como cuando se disfrazaba de criolla vendedora de pasteles, para espiar al ejercito durante el pase de lista, o cuando se vistió de hombre coya y cruzó a caballo en la noche de una ciudad a otra, para encontrar al general don Juan Antonio Álvarez de Arenales aliado de la revolución libertadora. Si bien nunca fue atrapada “in fraganti” fue condenada y la condena se llevó a cabo, para escarmiento a las mujeres y con la esperanza de que se disolviera la red.

Esta obra toma cómo situación principal el emparedamiento de ésta heroína y parte desde allí a imaginar qué estados habrá transitado la joven espía dentro de su encierro, aprovechando esta línea de acción para reflexionar sobre los valores que aún hoy en día mueven el accionar de tantas gentes y preguntarse ¿qué es la patria? ¿Cuales son las fronteras individuales y colectivas que vale la pena defender?
Se trata de una maravillosa historia que nos deja un hermoso legado de esperanza, ya que Juana Moro sobrevivió y continuó la lucha por sus derechos -por ejemplo integraría el grupo de damas salteñas que reclamarían ante el gobierno “lamentando la postergación a que se relega al sexo femenino al no permitírseles jurar la Constitución Nacional”-. Tenía 29 años cuando se hizo efectiva su condena de muerte, pero murió casi centenaria.

Encuentro en esta historia un estímulo vital, ya que nos muestra que aunque en alguna oportunidad la vida nos ponga en una situación donde todo parece indicar el inevitable final, todavía puede sorprendernos y llevarnos a nuevos e inesperados horizontes.